El cuerpo y la mente son todo uno, y no es casualidad que aquello que no decimos, expresamos o gritamos, se convierta en dolores de cabeza, nudo en el estómago, dificultad en respirar…
El otro día me decía una paciente: “me dio un mini ataque de ansiedad por la noche, pero no me había pasado nada durante el día que me pudiera preocupar”, durante la sesión empezó a contar aquello que a veces le preocupaba, pero que intentaba no hacerle mucho caso para no estar mal.
Sí, el cuerpo lleva la cuenta de aquello que nos negamos a sentir, y no me puede gustar más como lo resume Anabel González en su libro “Lo bueno de tener un mal día”, que dice así: “El cuerpo expresa, lo que nos negamos a sentir”.
Cuando hablas de tu dolor, de esa parte más vulnerable de uno/a mismo/a, de ese malestar que te impide avanzar, parece que existe una especie de brujería y todo se calma un poquito más. Muchos pacientes llegan con rabia, tristeza, desesperanza y la mayoría de las veces suelen irse con la sensación de alivio; y no es casualidad. Hablar del dolor, es un símbolo de fortaleza.
¿Qué emoción es más intolerable para ti?